Abstract
Rara vez he considerado al grabado como un simple medio de reproducción de imágenes; mucho menos como una labor predecible condicionada a un resultado restringido por un boceto o una fotografía a la que hay que imitar fielmente.
Mi relación con el grabado, ya sea xilográfico o calcográfico, es de alguna manera de sumisión, de subordinación de mi modo lógico-verbal a mi parte más intuitiva-sensitiva y no al contrario. Al menos esta es mi batalla cada vez que abordo la talla de una plancha, porque intento no caer en la búsqueda de un resultado previsible; porque quizás es esta actitud de control, la que alienta el enaltecimiento de la certeza.
Por el contrario, intento dejarme llevar por lo que mi gubia realiza sobre la plancha sin que por ello tenga un control consiente de ello, a pesar de mis imposiciones formales recurrentes, descubro que mi actitud desapegada de un resultado, me acerca más a un estado perceptivo donde se propician resoluciones gráficas que me sorprenden por su insólita relación con el contexto general de la imagen. Cuando nos obcecamos por un determinado resultado, renunciamos a percibir, dejamos de estar atentos a lo verdaderamente significativo. Lo que se está generando en la plancha a pesar de nuestra expectativa.
